Podemos poner el siguiente ejemplo: imaginemos un vehículo que se está trasladando de un sitio a otro, el motor comienza a tener problemas con un pistón; el chofer decide continuar hasta el sitio de destino, lo logra, pero tardó más en llegar, gasto más combustible y posiblemente agravó el problema del motor y ante el estado en que quedó, se requiere una reparación mayor que por demás es costosa. Claro, esto amerita una clasificación de la falla, que según los expertos en mantenimiento definen algunas según su velocidad de aparición, impacto, manera de manifestarse en: catalépticas, progresivas, críticas, súbitas, parciales, totales, externas, etc. Pero de todas estas características lo más importante en su IMPACTO NEGATIVO sobre las personas, equipos, ambiente y producción.

Ante todo, como mantenedores, debemos anteponer la seguridad de las personas, al momento de tomar decisiones; obviamente, éstas tienes que se oportunas y acertadas. Es por esta razón que cuando la definimos, decimos que es “Cuantificable o NO” debido a que la producción la podemos recuperar y cuantificar, claro siempre y cuando no sea un proceso continuo; pero, en caso de fallar un equipo e impacta sobre la vida, no se puede cuantificar. Muchas personas se preguntan ¿Cuándo parar un equipo? Esta es una interrogante que depende de políticas claras de una gerencia. Por ejemplo si el equipo cuando aparece la falla impacta sobre las personas, indudablemente la única decisión es “parar el equipo”.

Pero si por el contrario, si un equipo que está fallando, y forma parte de una línea de producción y no está afectando ni la seguridad de las personas, ni la calidad del producto ni el tiempo y que de dañarse su costo de reposición es bajo en comparación de lo que cuesta la corrida de producción, lo aconsejable para la gerencia es no pararlo y cambiarlo al final de la producción. Pero si en otro escenario, este equipo tiene que ver con el impacto sobre otros equipos por demás costosos, lo decisión sería otra.

Por otro lado, un tema que estaba olvidado es el impacto sobre el ambiente que se presenta al fallar un equipo. Actualmente, se ha despertado mayor interés en este sentido. Hay cada día más regulaciones, mayor seguimiento y control; pero sobre todo, multas para quienes no atiendan las normas al respecto.

Por último, si bien es cierto que es de mucha ayuda para el analista de mantenimiento conocer la distribución probabilística de falla que gobierna el comportamiento de un equipo, no es menos cierto que debemos mantener un continuo y estricto programa de inspección de los equipos, sistemas e instalaciones con la finalidad, “óigase bien”, de estar encima de las fallas y no éstas encima de nosotros, ocasionándonos: problemas, angustias, estrés e incertidumbre, pero lo más importante: “Un Impacto negativo Cuantificable o No”.

Fuente: sistemademantenimiento.com






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